RECORDAR ES VIVIR
En estos días estaba hablando con una amiga del colegio y recordaba un episodio que a veces me da un poquito de pena, pero luego termino en risa, y es que uno era insólito en esos días de colegio.
Desde el preescolar estudié en el mismo colegio hasta llegar a 9no. grado, era un colegio pequeño donde se podría decir que crecimos siendo los mismos. Yo tenía un compañero que era un chico colaborador, soñador y sensible. Era el hijo de uno de los profesores de bachillerato.
Estando en 6to. grado, llegó el día de escoger a la reina y al rey del carnaval de cada salón y la verdad es que todos los años eran los mismos, pero en esa ocasión, donde todo parecía igual que siempre, mientras la maestra iba escribiendo en la pizarra los votos al lado del nombre de los candidatos al mejor estilo, este compañero comienza a llorar desconsoladamente con todo y jadeos.
_¿Álvaro qué te pasa?
_A mi nunca me escogen, yo soy feo y por eso ni siquiera me mencionan.
Yo me sentí tan mal por él, porque la verdad es que a mi no me afectaba en nada que siempre ganara la misma niñita, pero a él sí evidentemente, entonces le digo a la maestra que yo quería votar por Álvaro pero no lo hice porque no estaba entre los candidatos, y en eso una de mis amigas dijo que también quería votar por él.
La verdad es que el chico que siempre ganaba era un niño super buena nota, dulce y amistoso, sospecho que hasta fastidiado de ser el rey estaría y no tuvo problema con que se votara de nuevo.
Así fue, la maestra incluyó el nombre a la lista en la pizarra y comenzó la votación. Álvaro ganó y se le notaba lo contento que estaba, logró conmover a todos con ese deseo tan fuerte que tenía de ganar esa corona.
Un par de años más adelante, ya en el liceo, seguíamos estudiando juntos y el seguía siendo un chico muy gentil, pero muy muy enamoradizo y una semana que me tocó hacer un trabajo con él, me agarró en un recreo y luego de declararme su amor, me pidió que fuese su novia.
Ahora qué hago, no quiero negarme directamente porque se lo tomará personal como aquella votación de carnaval y como lo conozco, él asumirá que no quiero porque el es feo y morirá solo y nada mas alejado de la verdad, no es ni feo, pero decirle que no, es reforzarle ese complejo que tiene.
_Álvaro te respondo más tarde, tengo que pensarlo. (así gano tiempo)
Busco a mi comando de amigas para explicarle la situación y explicarles que no quería romper el corazón del rey de carnaval de 6to. grado, a una de ellas se le ocurrió una idea que me pareció genial en el momento.
Ellas escucharon que a José Vicente el mejor amigo de Álvaro, yo le simpatizaba por decirlo de alguna forma, así que ellas harían llegar a los oídos de él, que a mi me gustaba y así eso crearía una situación de somos amigos, y ninguno iría por mi.
¡Todo mal!
Las chicas hicieron su trabajo pero el resultado fue otro, para el próximo descanso el propio José Vicente se me acercó cuando salía del salón y me pidió que fuese su novia, ahí yo quería que la tierra me tragara y me escupiera en Maiquetía. ¿y ahora?
Mi análisis fue este:
José Vicente me gusta un poquito más, no estoy que me muero de amor porque yo seguía enamoradita del chico del relato pasado, pero decirle que sí haría que Álvaro no se lo tome personal, él sólo pensará que me gusta su amigo y que el rechazo no es porque sea feo.
Le dije que sí, y ahí mismo José V. selló el noviazgo con un beso sabor a pizza de la merienda que me confirmó que también era mala idea. Que olor tan desagradable, pana!
Me dirigí directo a donde Álvaro y le dije, te tengo una respuesta, supongo que sabes que José V. me hizo la misma petición, y la verdad es que yo te veo con ojos de amistad y me gusta tu amigo. Él lo entendió y no hubo drama.
Espero un par de días y termino con José V., ojalá mañana no coma pizza.
Yo creo que él sospechaba mis intenciones porque cada vez que le decía para hablar, era un artista para darme excusas como ya vengo, ahora no puedo, hablamos ahora, más tarde nos vemos y así postergaba y me volvía a besar y yo volvía a sentir el olor a pizza o a guiso de las empanadas de carne mechada. Estaba que llamaba a su mamá para que le diera la comida en la casa antes de venir al colegio.
Yo necesitaba precisarlo, ya lo de Álvaro había salido bien pero ahora cómo hago con este chico.
Un día, los varones estaban en su clase de Educación Física y las hembras en práctica de Biología, cuando vamos saliendo al intercambio de clases se acerca el niño del relato anterior que fue mi primer noviecito y el que realmente me gustaba, y me dice, "tu amorcito convulsionó en clases y se lo llevó una ambulancia, no vayas a llorar".
¡Co!
Ahora vino un reposo y posteriormente yo no quería hacerlo sentir mal por estar enfermo, ahora el me llamaba y me contaba todo lo que estaba pasando, el tenía un diagnóstico que no recuerdo y aunque estaba en tratamiento desde antes, a veces no se lo tomaba y ahora yo de mamá, ¿Vicente te tomaste las pastillas?.
No recuerdo cuanto pasó pero fueron unas semanas, hasta que reuní el valor de decirle que ya no más, aunque confieso que el chico era atento, me trataba muy bien, y ya no me desagradaba tanto, pero el olor a pizza se graduó con nosotros y si no logré decirle que no a la petición, decirle que no me gustaba el olor menos.
Definitivamente la lección no la aprendí en aquella oportunidad, pero sirvió de precedente para cuando fuese más grande y me tocará reflexionar sobre como me costaba decir que no, y como resulta ser contraproducente, sin importar desde donde lo mire.
Es injusto decirle a los demás que sí cuando no estarás a gusto, y no es justo con uno mismo hacer lo que no queremos.