Relato: Mi pícara abuela

relato de abuela


Mi abuela, la mujer que me crío, cuidó, alimentó, sin duda fue y es refugio, porque su recuerdo es eso, mi refugio.

Rochelera, excelente cocinera, provocadora, guapa, consentidora de nietos, coqueta, aguerrida, amorosa y es que fui la consentida, lo siento por los demás... algunos me dan la batalla de cerca jaja.

Ella era muy divertida, pero hoy recordé una anécdota que ocurrió hace como 10 años o quizás un poco más. Mi abuela en su juventud levantaba sus pasiones y ella se sabía hermosa y le gustaba la coquetería.

Ella tuvo un novio siendo quinceañera que adoraba, el pobre Manuel que tuvo un accidente de tránsito el día que recibió su grado de Médico y falleció. Pero 60 años después alguien tuvo contacto con la hermana de Manuel y le hizo llegar algo que atesoró su hermano hasta sus últimos días, las cartas y fotos que mi abuela se tomaba con pose de novela y luego dedicaba con inspiración y entrega.



Eso fue un evento muy bonito, nos permitió conocer esa etapa de ella tan romántica, inocente y tremenda, y es que ella con todo y sus pasados 80 años seguía siendo pícara. Eso de las cartas y las fotos le hizo recordar que su papá le ofreció un fuerte para que terminara con Manuel, y ella lo recibió, pero su intención era romper su noviazgo unos días mientras gastaba el dinero del chantaje y luego reencauchar al Romeo, era sólo hacerlo sufrir un ratico, pero coincidió con ese fatídico accidente donde no sólo falleció su amor, sino su propio hermano mayor que también estaba celebrando su graduación. Fue doblemente triste para ella.

Al tiempo de recuperar esos documentos, vino otra sorpresa.

Un día yo recibo una llamada y era una voz masculina pero claramente un hombre mayor, me dice:

_Hola, ¿tú eres Betty Grüber?

_Sí, soy yo

_¿De verdad, eres Betty Grüber?

_Sí claro

_Wao Betty, no puede ser que tengas esa voz tan joven.

_Ya va, ¿a quién busca usted?

_No, no, no debes ser otra, quizás estoy buscando a Betty Blanco, ¿eso tiene más sentido?

_No sé Señor, yo tengo una tía que se llama Betty Blanco, yo soy Betty Grüber

_Busco a una Betty que estuvo casada con Leslie Grüber y con Evaristo Blanco.

_Ahh, usted quiere hablar con mi abuela.

_jajaja, ¿y ella está viva o es muy tarde?

_No sé si sea tarde, pero ella esta viva.

En ese momento el señor se presentó de una manera muy formal, me contó que era un abogado y fue amigo de mi abuelo o del segundo esposo de mi abuela, su nombre era Gustavo y que él ha estado enamorado desde siempre de ella, y le había costado mucho conseguir un número que lo conectara con ella. Me dijo que quería conocerme a mi también, e invitarme a comer para conocerlo, que quería saber muchas cosas si yo aceptaba, saber de mi familia y mas detalles sobre la vieja Betty.

Gustavo también me contó que en la búsqueda de su rastro, supo que ella vivía en una urb. que se llama Nueva Casarapa, y varias veces fue y preguntaba a la gente a ver si alguien la conocía, pero no tuvo éxito y es que eso es como buscar una aguja en un pajar.

¿Bettyna, puedes darme su teléfono?

Eso fue dándole el número al señor y llamando modo radio rumbo a mi tía Betty,  le eché el cuento como en la radio, sin profundizar, sólo titulares para que me diera chance de llamar a mi abuela y advertirle lo que le venía.

Mi tía Betty y yo nos montamos la película de Disney, con fantasía, vestido largos , zapatillas de cristal, un romeo arrugadito pero galán, de esos que tiene lo suyo, al estilo de Sean Connery, quién diría que mi abuela con setenta y dele, casi 80 tendría las citas que nosotras no teníamos.

_Tía te imaginas, tu y yo jugando monopolio un viernes a las 9 de la noche y mamaíta tintineando copitas en una conversación con el galán.



Gustavo lo hizo, llamó, hablaron largo y tendido, mi abuela era carcajada tras carcajada, y yo seguía recordando que unos años antes la lleve para una especie de brujo sobón para que le aliviará los dolores, y cuando el hombre estaba dandole los masajes en las piernas, ella dijo: “Ay Dios, el tiempo que no me agarraban las piernas”. Todo eso me venía a la mente mientras le pedía a mi tía que fuera supervisando aquella llamada que medio escuchaba desde el otro teléfono.

Aquel hombre le confesó su amor, le dijo que por respeto a su amigo nunca le dijo nada, que se lo dejó al tiempo, pero que este era un buen momento, acompañarse, cuidarse a lo que la romántica de mi abuela le dijo: 

Mira Gustavo, yo te agradezco mucho la llamada, me di mucho gusto saber de ti, pero la verdad es que hay dos posibilidades, una es que yo este peor que tu y no te voy a echar esa vaina, y la otra es que tu estés peor que yo y definitivamente yo no voy a cuidar viejo, llámame cuando gustes, pero lo de la cita, la salida lo dejamos para otra vida, de todos no hay que esperar tanto, más tuviste que esperar ahora.

Una vez despachado al enamorado, todas insistíamos en que saliera y ella ponía excusas que sólo hacían que uno se destornillara de la risa:


_ ¿Y si está limpio y me toca pagar la cuenta?

 mi tía le decía no creo mamá, el es un señor solvente, y de todos modos el te va a venir a buscar en su carro, es un caballero.

_Y sí el carro no es de él sino del hijo 

_Tampoco lo creo, el siempre tuvo su carro,

_ Él me dijo que vive con su hijo, ¿y si el hijo lo está botando y sólo está viendo pa' donde se muda y pretende meterse en mi casa?

_¡Mamá es sólo una comida!

_Esa historia de la comida me la sé, que no voy a salir con él.

Y así termino la novela de amor, mi abuela gozaba cuando uno la trataba de convencer y le decíamos cosas como “ a estas alturas y mira como levanta la mujer”, ella se encargó de espantarlo, pero nos pidió el favor que le pasáramos una foto de ella reciente, para que él no creyera que ella había perdido el encanto.


 




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