Vera Atkins, la agente espía perfecta




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Vera Atkins conocida en la historia como "La Maestra", fue una agente espía que llegó a convertirse en la funcionaria de más alto rango en la sección francesa de la unidad de inteligencia británica en la Segunda Guerra Mundial.

Entre sus mayores logros estuvo haber ayudado a la resistencia enviando 400 agentes a Francia, incluidas 39 mujeres a quienes reclutó y supervisó personalmente.

En su formación académica podemos resaltar que se graduó de idiomas modernos en La Sorbona de París. A sus 33 años, Atkins era una secretaria sin ninguna experiencia militar pero fue contactada por el Ejecutivo de Operaciones Especiales (SOE), el arma secreta de Churchill.

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Vera Atkins, Odette Churchil
Al ser reclutada ella preguntó por qué la escogieron, y la respuesta fue por su perfil perfecto, hablaba francés, alemán e ingles, era soltera, no tenía ninguna opinión política, sabía conducir, nadar, esquiar y disparar.

El SOE fue creado para llevar la guerra de una manera clandestina en los países ocupados por los nazis mediante acciones de sabotaje, resistencia y subversión. Churchill aseguró que esta organización convertiría la vida de los ocupantes nazis alemanes en un infierno.

Su carrera dentro de la organización fue progresivamente en ascenso. En 1941, fue reclutada como secretaria para la sección F, el departamento más importante de la SOE, dirigido por Maurice Buckmaster y encargado de las operaciones especiales en Francia.

Buckmaster fue un agente sin formación militar pero amable, encantador y de una familia acaudalada, sin embargo, para los efectos de una organización de espías, no cumplía con el perfil esperado, razones por las que se dudaba de su capacidad para trabajar en inteligencia.

Incluso se dijo no era un hombre brillante ni que cuidara detalles. Algunos pensaban que en realidad, el cerebro detrás de Buckmaster era Vera Atkins.

No había un sólo detalle de la Sección F que escapará de su cuidado, siempre sabía que ocurría en la oficina y nunca se le escapaba nada. Era extremadamente meticulosa, tomaba el mismo taxi y llegaba a la misma hora cada día.

Era muy prudente y siempre contaba que tenía un aburrido trabajo, para los efectos de su madre, ella salía con un hombre casado.

En 1942, llegó la oportunidad de jugar un papel más importante en la organización. En Francia los alemanes estaban haciendo estragos con las operaciones de la Sección F, para los agentes era cada vez más difícil moverse en el territorio francés, los hombres jóvenes eran registrados y detenidos en las alcabalas, lo que hacía más probable las capturas.

El SOE consiguió una solución, enviar mujeres a las líneas enemigas para que trabajen como operadoras de radio y correo. Muchos se espantaron porque las mujeres tenían prohibido participar en conflictos armados y no estaban protegidas por las convenciones de guerra, pero Atkins lo encontró lógico y se ofreció como supervisora de los agentes femeninos. Buckmaster aceptó.

Atkins sabía todo de sus agentes: dónde vivían, su economía, sus antecedentes. El trabajo que hizo para conocerlas fue minucioso y las mujeres estaban contentas porque se sentían protegidas por el interés y compromiso que Vera tenía con cada una de ellas.

Era una mujer muy aguda con las identidades que creaban para los agentes y personalmente comprobaba que éstas historias no dejarán cabo suelto, así que supervisaba desde la caja de cigarrillos hasta las etiquetas de la ropa, zapatos y la documentación.

Las agentes eran enviadas en un avión y en un campo abierto se lanzaban con paracaídas en territorio hostil.

De igual forma ingresaban armas y demás materiales que necesitaran para las operaciones.

Es un hecho que Atkins fue La Maestra de las operaciones de espionaje, sin embargo durante su trayectoria hubo un par de hechos que llegaron a poner entredicho su trabajo.

En 1943, hubo reportes de que había problemas en los esquemas de seguridad del la Sección F.

Francis Sutill, líder de un grupo de resistencia francés llamado "Prosper", dio alerta porque dos de sus agentes fueron capturados. Él denunció que había graves fallas de seguridad en el cuartel general de la Sección F, alertando que era posible que las comunicaciones habían sido interceptadas por lo alemanes.

Buckmasters como líder recibió directamente el reporte de las fallas pero no tomó ningún correctivo de la situación, aumentando los riesgos del equipo que dirigía Sutill, al punto que la cantidad de agentes que llegaron a caer en manos de los alemanes, se calculan en cientos.

Atkins también tuvo conocimiento de estos reportes en las fallas de seguridad y tampoco hizo nada, lo cual fue especialmente extraño, dado que dentro del equipo de Sutill, había 4 agentes mujeres que eran directamente del grupo creado por ella.

Las omisiones de Buckmasters y Atkins, desencadenaron graves consecuencias para el grupo de resistencia Prosper, que efectivamente había sido infiltrado, al punto que las 4 agentes fueron atrapas y el mismo Sutill, dos meses después, también fue arrestado por los alemanes.

Las consecuencias del comportamiento descuidado de Buckmasters y Atkins aumentaron.

Otro hecho aún mas grave, fue cuando un operador de radio muy experimentado llamado Gilbert Norman, envió una comunicación que no cumplía con los esquemas de seguridad que garantizaban que realmente fuese él quien lo enviaba.

Y es que se había acordado escribir algunas palabras claves mal, y en esa comunicación enviada supuestamente por él, fueron escritas de manera correcta.

Aquellos errores presentes en la comunicación de Norman debieron ser una clara advertencia para el equipo de la Sección F de que algo andaba mal, pero una vez más le restaron importancia y Buckmasters respondió a la comunicación advirtiendo que no había cumplido con el protocolo de seguridad acordado y que en oportunidades futuras fuese más cuidadoso.
En efecto, Norman había sido capturado por la Gestapo y su radio estaba siendo utilizado por los alemanes, los errores presentes en su comunicación debieron ser una alarma de que quien enviaba los mensajes no era su operador.

Este descuido siembra muchas dudas en cuanto a Atkins, porque siendo ella una mujer meticulosa y rigurosa con su trabajo, resulta muy raro que no notara las fallas de seguridad en la comunicación de Norman y que siguiera adelante con las operaciones.

Las decisiones finales, efectivamente, eran de Buckmasters pero ella se caracterizaba por ser una mujer que no se contenía cuando estaba en desacuerdo con algo, por lo que resulta muy sospechoso que apoyara la decisión de su jefe sin rechistar.


Estos hechos trajeron múltiples consecuencias, pues los alemanes tenían conocimiento de las estrategias de espionaje de los Ingleses en el territorio francés y lo peor es que los alemanes haciéndose pasar por agentes británicos pedían apoyo táctico y armas que les eran enviadas sin saberlo, al enemigo.

Resulta poco probable que todas estas omisiones de parte de Vera Atkins respondieran a falta de cuidado. Una de las hipótesis que más cobra fuerza tiene que ver con un secreto en su vida, y es que Vera Atkins no era Vera Atkins.

El verdadero origen de Vera era rumanés, nació en Galati y se crió en Bucarest. Rumania fue un territorio aliado de Los Nazis, esto significa que si se hubiese conocido su real gentilicio, nunca hubiese podido ingresar el servicio secreto inglés. Así que optó por usar el apellido de su madre que si era británico.

Vera May Rosenberg

Ella se mudo con su madre a Inglaterra dos años antes de que se desatará la guerra. A Vera no le costó adaptarse ni camuflarse porque tenía las costumbres y modales heredadas de su madre, hablaba perfecto el idioma y su familia era acaudalada.


Fritz, el primo de Vera y su esposa Karen Rosenberg vivían en Hungría cuando los alcanzó el nazismo. Corrían el riesgo de ser deportados a un campo de concentración.

Ella al enterarse de esta situación inició un viaje a través de Holanda que ya estaba en manos de los nazis, cruzó el país hasta llegar a Bélgica y ahí negoció con las autoridades alemanas a quienes les pagó 150.000$ a cambio de la libertad de sus primos. Existen hipótesis de que también fue a cambio de información.

Nunca ha sido posible saber las verdaderas razones de por qué Vera Atkins nunca refutó las irresponsables decisiones de Buckkmaster, ni por qué le resto importancia a las advertencias de los agentes, pero es posible que se debiera a que de haberlo hecho, Buckmaster que sabía el secreto de su origen y que estaba mediando para conseguir su nacionalización, hubiese tomado retaliaciones contra ella, dejándola al descubierto.

Sea cual sea los motivos que tuvo Vera, este comportamiento tuvo un precio muy alto porque costó la vida de cientos de agentes que durante mucho tiempo fueron enviados a territorio hostil y recibidos directamente por los nazis que estaban al tanto de todo por el control de las comunicaciones.

El rescate de agentes

Una vez fue recuperado el territorio francés de los alemanes, Vera viajó a Francia a reencontrarse con su grupo de agentes y darles su documentación para regresar a Inglaterra, pero pasaron los días y más de 100 agentes no regresaron, entre esos estaban 14 mujeres.

Madelaine fue una de las agente que no regresó, pero unas semanas después esta agente apareció, logró regresar a Inglaterra y una vez que se reencuentra con Vera, le cuenta que todos los demás que no regresaron, murieron en manos de los nazis, porque las comunicaciones estuvieron intervenidas y los alemanes tenían la ventaja, recibían las armas y a los agentes una vez caían en tierra.

Cuando Vera tuvo esta información, decidió emprender en busca de pistas de los desaparecidos pues lamentablemente, no eran una prioridad nacional.

Dejando a un lado la misión autoimpuesta, Atkins todavía necesitaba un permiso para viajar a la Alemania de la posguerra, y sus innumerables súplicas se encontraron con una gran resistencia en Londres.

Maurice Buckmaster, su propio jefe de sección, creía que eventualmente harían contacto por su cuenta, incluso cuando llegara el flujo constante de certificados de defunción para los agentes de SOE en Dachau, Flossenbürg y Mauthausen.

Al final, fue la ignorancia del público sobre las mujeres desplegadas detrás de las líneas enemigas lo que resultó ser su argumento ganador.


El gobierno quería que el país se centrara en los crímenes de guerra, no en la difícil situación de las mujeres británicas jóvenes y desaparecidas.

Vera, entonces comenzó a presionar a los políticos locales en el sur de Londres. El caso de una agente que no había regresado y que era madre de un niño atraería la atención de los medios y, sin duda, lanzaría un debate moral.

El gobierno accedió, ofreciéndole un puñado de días, pero sin viáticos.

Ansiosa interrogó a Franz Berg, quien había sido un entusiasta del crematorio en Natzweiler, donde Vera sospechaba que habían estado varios de sus agentes.

Atkins sin duda se sentía culpable, pero sus emociones rara vez se mostraban. Cualquier culpa se manifestaba en una misión minuciosa para descubrir y documentar las muertes de sus agentes.

Extendió su estadía uniéndose oficialmente a la Comisión Británica de Crímenes de Guerra, para quien interrogó implacablemente a los oficiales nazis más infames.

Recopiló pruebas para presentar en los juicios, entrevistó a médicos, enfermeras, guardias y prisioneros. Mientras éstos hablaban, documentó todo: residencias, campamentos, celdas y que los detalles más grotescos de lo ocurrido.

Ninguna pista era demasiado pequeña ni vaga. Rastreó con éxito el asesinato de sus agentes, y vio a los acusados declararse culpables. Esos mismos hombres que además, habían participado en esterilizaciones forzadas, abortos y experimentos ginecológicos de sus agentes y miles de otras mujeres.

Cuando finalmente regresó a Gran Bretaña, Atkins desapareció en una cabaña remota en Gales durante varias semanas. Según todos los informes, no vio a nadie más que al granjero que llevaba sus maletas a su llegada.

De vuelta en Londres, Atkins fue contratada por la Oficina Central de Visitas e Intercambios Educativos.

La sección F de la SOE había sido cerrada, pero Atkins y Buckmaster participaron en una campaña publicitaria casi a tiempo completo.

Se publicaron artículos sensacionalistas que narraban las aventuras de los agentes de SOE en el Sunday Express y el Daily Herald, y poco después, guionistas y productores de televisión llamaron. Siguieron libros y películas, incluyendo uno escrito por Buckmaster, pero nunca Atkins tomó protagonismo.

Si bien alentó la cobertura y aceptó la Legión de Honor, siguió siendo una figura misteriosa en el fondo. En su silencio abundaban las teorías conspirativas.

Algunos creían que era una agente doble, tal vez para los alemanes o los soviéticos, pero esos rumores no estaban fundamentados.

Y así pasó el resto de su vida dedicada a dar a conocer y honrar a sus agentes perdidos.

Antes de morir en 2000, Atkins recaudó fondos sustanciales para memoriales, compuso las inscripciones y correspondió incluso con los detalles más minuciosos. 

Hoy se hace mas popular la historia de Vera con la película de Netflix "Llamadas a espiar", que muestra las hazañas de las mujeres espías de la sección F.


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